Paso La Vida Con Sueño

Cuando era chica pensaba que dormir era perder el tiempo. La vida me parecía demasiado corta para andar desperdiciando tan preciadas horas roncando sobre la almohada.
Entonces me levantaba en puntas de pie y enfilaba hacia el patio. A papar moscas, claro, cosa de no despertar al resto de la familia. Demás está decir que ellos no compartía mis ideas avanzadas.







Más adelante, gracias a mi afición a las matemáticas, descubrí que al no dormir llevaba una ventaja sobre los otros humanos: envejecer más rápido, acumulando horas extras "vividas". Demasiado tarde para recuperar lo perdido. A esa altura entre el trabajo de tiempo completo, la facultad de noche y estudiando en la madrugada, pasarían 6 años hasta que consiguiera respirar hondo y entregarme a las historias de Morfeo.



Esa noche dormí las 11 horas que duró el viaje. Me desperté justito cuando el avión aterrizaba en Los Angeles. Allí quedó. Entre el cambio de horario, la emoción y el tratar de aprender un nuevo idioma mirando películas repetidas por HBO (24 horas al día), otros 3 años pasarían sin estrujar sábanas o ablandar colchones.



Después lo de siempre. Entre los embarazos, los chicos y chequear constantemente que Kafka siga respirando, puedo contar con los dedos los minutos de verdadero descanso.



No nos olvidemos de los Kapriloqus. El "secuestro" habrá sido muy amable y todo lo que quieran, pero se las arreglaron para no dejarme pegar un ojo en los últimos dos meses!



Finalmente el lunes dormí. Dormí y soñé. Y recordé el sueño. Estaba en la escuela y los alumnos cantaban "Another Brick In The Wall" vestidos con guardapolvos llenos de graffiti y obcenidades. Una nena gordita de trenzas se acercó lloriqueando. No quería usar el guardapolvo. No le gusta, quiere uno con flores. Le prometo que nadie la va a obligar a usar un guardapolvo feo, yo misma le voy a confeccionar el más colorido de todos. Ella se va y yo me despierto, las dos contentas.



Al día siguiente soñé que estaba en el Pacífico, disfrutando de la playa y del sol. De la salitre y la arena. De las olas y la piña colada que me alcanza ese mozo tan parecido a Brendan Frasier... Estoy por zambullirme al agua a nadar con delfines, cuando siento una palmadita en el hombro. Me doy vuelta y veo a la nena que viene, enojada, a reclamar el guardapolvo!



Así que hoy estoy otra vez acá. Prefiero cabecear todo el día en la oficina y escribir incongruencias en los blogs vecinos, que dejarme perseguir por los personajes de mis propios sueños.



Para soñar los tengo a ustedes, que pasan a visitar y me cuentan.