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domingo, enero 16, 2005

¿Quién se acuerda de los autocines?

Hace muchos, muchos años, a mi papá, de quien heredé todas las buenas ideas, se le ocurrió llevarnos al cine a mi hermano y a mí. ¿Qué tiene eso de original? se estarán preguntando, y con razón. No era la primera ni será la última vez, que un padre voluntarioso se encargue de entretener a los chicos y darle un respiro a su esposa.




Lo original fue llevarnos al autocine. Ni se donde quedaba, nunca antes habíamos ido. La película era lo de menos, la emoción estaba en verla desde el asiento del auto, con un parlante de hierro enorme (de tamaño y forma similar a los parquímetros de antaño) colgado de la ventanilla y del que salía sólo estática.









Quiso el destino, que el gusto cinematográfico de mi viejo coincidiera con lo que proyectaban esa noche. Para él una "buena película", debe ser un western o una de guerra. Si los protagonistas están difuntos en la vida real, desde varias décadas atrás, mejor. Esa vez nos tocó una de guerra, creo. Me parece que era europea, con mi hermano apenas podíamos leer los subtítulos. Lo único que recuerdo es una escena donde el prisionero es torturado por personas de uniforme que le sumerjen la cabeza dentro de una bañera llena de agua. Si era una comedia, en ese entonces mi sentido del humor no estaba demasiado desarrollado.






Terminada la función, uno debía reponer cuidadosamente el parlante en el palo del que salía el cable. Pero los brazos cortos de mi hermanito no llegaron al poste. Por más que se estiró el parlante cayó al piso. Hacía frio y era muy tarde, así que papá arrancó igual. Dando marcha atrás, salió para casa dejando el parlantazo en el suelo.





O eso creímos... En casa comprobamos que al engancharse el cable en el paragolpe delantero y retoceder el auto, el parlante quedó trabado y lo habíamos llevado con nosotros de souvenir.

Lo que nos reímos esa noche no tiene nombre. ¡Todavía se me escapa una carcajada cuando me acuerdo!





A pesar de esa historia feliz, nunca más volví a un autocine. Eso es, hasta el año pasado. En enero pasado visitamos San Luis Obispo con la familia, perros incluídos. Un viaje de fin de semana como tantos otros, esta vez salpicado con lluvia.









Dábamos vueltas con la minivan tratando de encontrar una librería para comprar material de lectura y volver al hotel, cuando vimos el cartel: Sunset Drive-In Theatre.









¡Qué buena idea! Llevar a los niños al autocine, sería regalarles futuras memorias de tiempos que ya no existen. Hasta podíamos llevar a los perritos al cine sin necesidad de hacernos pasar por cieguitos...





Mis mascotas tuvieron mejor suerte que yo, daban "Cheaper by the dozen" con Steve Martin, que comprobé esta dirijida a un público de tres o cuatro patas, porque para mí fue una tortura. Y para Stephan ni les cuento.





Comprobamos, con tristeza, que los autocines ya no usan parlantes. Ahora el sonido llega sintonizando la radio propia a una frecuencia predeterminada. Todo un avance de la ciencia.





Ni bien terminados los títulos, la lluvía empezó a arreciar. La pantalla desapareció en medio de la cortina de agua. Prendiendo los limpiaparabrizas, los chicos se quejaban del ruido; apagándolos no se veía nada. Sin la calefacción, protestaban del frío; con ella se empañaban los vidrios.





Al final nos quedamos con el motor apagado, la radio encendida, los limpiaparabrizas funcionando, la calefacción al mango, Stephan tratando de dormir y los chicos y los perros peleándose por el mejor asiento, cuando se agotó la batería. Papá Noel habrá tenido una premonición viendo un informercial, porque le había traído a mi esposo un Cargador de Batería muy simpático.





En medio del diluvio, Stephan se bajó, protestando, a estrenar el chiche nuevo. Volvió empapado y de muy mal humor. Y sin ganas de escuchar a los hijos que le recriminaban haber perdido de ver "la parte más graciosa", por el capot levantado que les bloqueó la visión 2 minutos.





En fin. No me sorprende que los autocines estén en extinción. Todo lo contrario.



Además, me gustaría saber que se hizo de aquel parlante gris. Hoy en día, una de esas reliquias, no bajan de 50 dólares en e-bay...