Cómo bloguear arruinó mi vida…
Ya casi no leo otra cosa que no sean blogs. Es mínimo el tiempo que paso alejada de una PC. Hasta podría decir que los blogs me persiguen. Miren sinó: el único momento en que me detengo a leer una revista, es durante los breves intervalos que tomo para ir al baño. El otro día agarré la Utne en el trabajo y ahí caí en la cuenta que ya no existe camino de regreso…
En la tapa y con letras amarillas estaba el título “How Blogging Ruined My Life”. Sin perder tiempo salté a la página 90, con curiosidad por saber lo que me depara el destino. Grande fue mi sorpresa al encontrar que el artículo había sido redactado por Whitney Pastorek, editora de una revista literaria de Queens, quien, absurdamente, NO TIENE BLOG!
Aquí les dejo mi interpretación de sus palabras:
Existen cantidades numerosas de blogs administrados desde los dormitorios de sus dueños. En esos blogs, es más probable aprender sobre las costumbres que tienen los ventiañeros a alcoholizarse, que encontrar noticias sobre los movimientos culturales del momento. Los bloguers de este nivel son todos amigos, y se la pasan constantemente intercambiando links, haciendo posible que uno recorra la web al estilo de Tigger en el Bosque de los 100 Acres: saltando en círculos todo el día.
No lo sé porque sea bloguer, sino porque todos mis amigos lo son. Está todo mal…
Mientras mucho se ha dicho sobre las implicancias culturales de la Blogósfera, no creo que se haya, hasta el momento, hablado abierta y honestamente sobre los efectos que ésta tiene en la existencia diaria de los adultos sin blog que todavía habitan este mundo.
1.- Ya nadie va a ningún lado.
Hubo un tiempo en el que inocentemente creí que la llegada del E-vite (invitación online) marcaba la desaparición de las formalidades sociales. Pero ahora es peor. No es necesario que la gente se presente a funciones sociales, siempre y cuando sea dueña de un blog. Por ejemplo, si invito a mis amigos a la presentación de mi último libro y nadie aparece, los llamo para decirles cómo los extrañe. Invariablemente me contestan: “¡Pero si te puse un link! ¿No lo viste?” Como si fuera mejor que haber ido personalmente.
2.- Ya nadie cuenta nada.
En los viejos tiempos nos reuníamos con los amigos a charlar sobre nuestras vidas y todos los problemas se resolvían alrededor de una mesa, con camaradería y un par de cervezas. Pero ahora mis amigos tienen blog. No me cuentan ni las cosas más estúpidas, como “me corté el pelo” o “se me incendió la casa”, porque asumen que ya lo habré leído en alguno de sus posts.
3.- Ya nadie se pelea.
Si algo le cayó mal a un amigo, raramente me entero y nunca tengo oportunidad de arreglar las cosas. Me doy cuenta por el solo echo de levantarme una mañana y encontrar que en su blog ha desaparecido el link a mi revista literaria. Y mi mundo se hace pedazos…
4.- Ya nadie te invita a sus reuniones.
Los bloguers solo se reúnen con otros bloguers. Secretamente, a modo de investigación, he ido a un par de esas fiestas, para comprobar que solo se habla en líneas “blogosféricas”: todos los temas se refieren a cómo mantener un blog, qué blogs tienen más categoría o cómo bloguear eficientemente.
5.- Se ha creado un nuevo sistema de castas blogueras.
(aquí esta mujer se refiere específicamente a los blogs neoyorkinos, pero puede fácilmente transladarse el concepto a los blogs de bitácoras.com vs blogspot.com por ejemplo. O el ranking de blogs de acuerdo al número de visitas diarias. Ustedes me entienden)
6.- En resumen, los blogs han arruinado mi vida.
A esta altura, tengo todo mi trabajo atrasado. No duermo ni como lo suficiente. Ni siquiera me dedico a las cosas que realmente me interesan, porque es imperativo que cada mañana revise cada uno de los blogs de mis amigos (posts y todos los comentarios), así me entero sobre las vidas de la gente que quiero.
Además, debo hacer una búsqueda diaria en google de mi propio nombre, para saber ¡Qué es lo que la gente opina sobre mí! Un emprendimiento denigrante y capaz de destruir aún los más mínimos bosquejos de autoestima, si llego a leer de alguien que acudió a la presentación de mi libro y no le gustó, o algún otro que haya subido alguna foto comprometedora de mi persona, obviamente adquirida sin mi permiso y con un teléfono celular…
¡Por favor escuchen! No tendré blog, pero existo. Soy una persona buena, quiero a mis amigos y mis opiniones tienen mérito. Los bloguers no me controlan, se controlan entre ellos y una cantidad masiva de ancho de banda, que no es más que un invento de las compañias de web-hosting para sacarnos más dinero.
Y no es paranoia. ¿O no “googleaste” tu nombre hoy?
<< Home